Los sangrados
logros
Para Carlos Ramos
No sangres viejo animal, la neurosis nos persigue, esa
que impide morder los pezones
mojados de la memoria. No sangres por nada, entierra la ternura, y
disimula la soberbia
con que te lavas la cara. Por la que sobrevives. No sangres por nadie. Ni por dádivas
dionisiacas,
róbatelas. Te arrebatarán lo que te dejes arrebatar. Te matarán lo que te
dejes matar. No es
sutil encogerse de hombros y romper la espada.
No derrames una lágrima de sal, mística rabia es llorar
por dentro. Anda viejo animal,
pégame, siente alivio de culpar a los demás, puedo tragarme tu mierda,
la de los otros
y florecer después de muerto. No pares de bufar viejo animal. La historia no me
absolverá
ni a nadie, la otra historia nos condena.
Aléjate de los ególatras que andan sueltos, como moscas
dentro de mi esófago, insisto,
el sosiego entra y sale por el útero. En fila india caemos. Miénteme viejo
animal.
Escóndete suburbio adentro, latido de los dioses borrachos. Alfil entre reyes mariconeando
detrás de las damas de hierro. Tenías que ser tú. Envejeciendo en el gerundio. Enfermo
entre papeles y
despidos. No dejes estos desvaríos. Nos vamos de prisa, sin escribir un
verso mas, sin recoger la
camisa tirada en la silla.
Anda viejísimo bajo las sombras. No soy de metáforas
domingueras para atrapar a los
pobres de corazón. ¡Ah! Piadosa mía, soy encallao, loco de remate, de lunas mordidas
por los bordes. Y no me importa que el viento arrase con mis versos si yo me
quedo
aquí contigo. Animal abandonado ¿Que no sabías? Más que una coartada es
quedarse
hablando solo, y escupir adentro por no escupir pa’ arriba. ¿Has pateado ese amor
castizo sin saber que también
lucha para sobrevivir? El sentido está en el por qué
perdonas o no
perdonas, en los retazos de familia después de la guerra, y en la inmortal
epifanía. El sueño muere cuando
abres los ojos.
Un escalón más y otra vez Shakespeare, meando mis versos
estrujados. Déjame solito
viejo animal, finge dejarme, como esa fuga de miel que no se levanta de
la cama,
mientras escribo este electroshock erecto por gusto, hominización perdida.
Ando sin camisa comiéndome las uñas, al carajo esos
trofeos goteando, y la mirada más
allá de los acantilados, que ya no podemos alcanzar.
[Ernesto Olivera Castro. La Habana, Cuba 1962. Poeta, escritor y promotor
de la cultura. Tiene publicado mas de media docena de libros de poesía; "Bah", "Islas de memoria" "Largo aliento" etc...y la novela "Donde crece el vacío".]