En medio del tiempo de la espera
Húmedas almas caídas solo por amor.
Por
demás lavadas en cantos de rocío…
Humos
vueltos, devenir como presa de las sombras.
Abrid
vuestros ojos lánguidos
y
buscad la luz en medio de la noche.
Por
ti, y solo por ti escribo estos versos.
Amad
y cabalgad entre las nubes.
Penetrad
la luz donde quiera se encuentre;
porque
la luz –como el viento, es libre.
Y
de esa forma muestra su colosal vestidura.
No
vivas en vano, mira cada día a la distancia
y
que tus pies aniden en la arena, junto al pensamiento
de
otros mundos…
No
mueras en vano –esto es, sin odiar, sin mentarle la madre
a
los tiranos, sin quedarte en silencio ante el abuso
y
la injusticia... O sin agregar al menos, un par de versos
a
este gran poema de la vida…
Por
eso te digo:
Si
has hecho bien, entra triunfante a la muerte,
como
hálito de una segunda luz.
Porque
no será la oscuridad y el olvido –que cierne
a
los malvados, quienes aguarden tus pasos.
Allí
donde el vacío penetra como puñal
dentro
de una traición eterna.
Y
mira –con compasión y rabia,
el
transcurso infinito de cada una de vuestras horas.
Aquí, donde
casi todo es pretensión.
Payasos
de infortunio, copas vacías…
Porque
la Libertad y la Luz
es
nuestra verdadera heredad y destino
en
medio de todo el tiempo de la espera.
Perdona
al necio que un día fuiste.
Pero
por ello que la vanidad nunca penetre en tu corazón:
Se
la lágrima que en silencio serpentea,
y
a un tiempo, la espada que en las silentes noches
es
afilada por los nobles héroes.
Aparta
para siempre la mentira y la sinrazón.
Y
que vuestros actos sean tan frescos,
cual
risa de manantial que desborda la montaña.
Más
busca la fuerza, pega al viento, patea.
Maldice
si es necesario.
Únete
a la luz, al fuego de la Verdad.
Y
reconoce que la Verdad
yace
escondida en el corazón de cada hombre.
¡Y
vive!
Vive
tomando en tus manos, no solo tu salvación;
sino
el necesario socorro a tus menos afortunados hermanos.
Aprende
a no esperar nada a cambio.
Dejando
atrás todo miedo
aun
el temor de tu propia caída.
Por
ti, por mí.
Quema
todo atavismo, toda promesa, toda recompensa;
que
como piedra atada a tu cuello,
te
impide levantar vuelo hacia lo Eterno.
Esa
debe ser nuestra única fuente poder:
Veraz,
apacible, pulida.
Como
el tiempo que pasa y no se detiene;
en
medio de todo el tiempo de la espera.
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