(Por Alexis Rosendo Fdez.)
Este es un poema un poco extenso, pero muy
querido por mí. Hace unos días atrás comentaba sobre la “novela” de un querido
amigo –yo no escrito ninguna obra tan extensa, mis relatos más extensos no
pasan de las 6 o 7 cuartillas. Pero como escritor, me entretiene sobremanera “batallar”
con poemas extensos. Esos, que como este comienzan a complicarse y llevan mas y
mas revisiones y hasta varios años en una especie de juego entre entrar y salir
de la gaveta.
Se
produce un reto. Claro, uno escribe otras cosas en ese lapso, sino seria una
completa locura. Pero siempre reaparece, como devolviéndote esa inquietud y zozobra
de todo escritor. Así, puede pasar mucho tiempo, años inclusive. Y hasta podemos acostumbrarnos
a coexistir.
¿Será posible que en todo este tiempo, no
haya podido doblegarlo?
E intuyes que puedes estar al borde de un duelo
a muerte: “o el, o yo”. De un lado, el poeta, calculador, serenamente intoxicado,
pero jamás confiado. Y en la otra esquina, el poema ya robusto, con vida
propia, efervescente, saltando y respirando con toda intensidad.
Si logras vencerlo, ganarás un amigo, un compañero
de viaje para toda tu vida; pero si eres derrotado y tienes que recurrir a
estrujar y desechar la cuartilla, creo, que vivirás para siempre con el cargo
de conciencia de haber traicionado a alguien que un día puso toda su confianza
en ti...
El reloj de madera
El humo y el disipador del
humo.
La lluvia y la hojarasca.
La penumbra y la oquedad del verano.
El tiempo de sembrar y el tiempo
de recoger lo sembrado.
El verbo y el vacío,
la palabra articulada y el cumplido silencio,
la gracia y el dolor infinito…
El converso que sostiene la
batalla,
la batalla entre el humo y el disipador del humo.
Junto al amado y el depositario
del más profundo desprecio:
El que crea y el que destruye,
la fuerza y la impotencia.
(El miedo y la
voluntad ante el temor:
La eterna cuerda por donde
transita el hombre).
El canto de la mañana presa,
dentro del estúpido glamour
en que reposa la noche.
La noche de los silencios,
donde se destruye y se crea,
entre la gracia y el dolor infinito…
La oscuridad que se cierne
y la breve luz,
que intermitente lucha
por probar la tibia pureza...
La luz y la
sombra:
La eterna cuerda con que
tropieza el hombre.
La certeza y el monstruo de la duda;
el escenario donde convulsiona
la mente de toda criatura.
Porque andamos abrumados por el ritmo de respirar,
el vicio de expresar, de palpar,
de leer, de a ciegas conocer.
Porque pensamos que sólo así
podemos exorcizar la ausencia de la luz;
lo que contiene y lo
contenido.
Pero una segunda vista nos muestra:
La imposibilidad del ojo, la inclemencia del tacto,
los tormentos del oído y el infinito infierno
de la lengua,
y aún el cisne moribundo ante la poderosa profundidad del sexo.
Entre el eterno ir
y venir del menguado aliento.
La imposibilidad de comunicar!
Ante la culta luz que entre tremores resurge,
el ojo que se abre y dentro del dolor se apaga,
como surco de
polvo silente...
Aquí pone el
CARTEL:
This
door leads us to the origin of all things…
….Oh!
Nos conduce
a la fragilidad del ala?
Al cauce?
A la conjunción de la trompeta y las aguas ocultas?
A la risa del payaso?
Al lomo de los astros?
A la honda distendida?
A la piedra en mitad de la frente?
Al humo y al disipador del
humo?
A la giba dorsal de la usura?
Al monje delectoso?
Al ojo de un caballo que habla…?
Porque con el pasar del tiempo todos nos convertimos,
según
convenga
en amigos o enemigos…
TODOS atrapados en la misma sopa,
amalgamados en el mismo tiempo falaz:
La luna y el queso.
El gato y el ratón.
El perro y el oso.
Los cuervos y el águila calva.
El humo y el disipador del humo,
junto a la paloma ya ciega
derramando polvo
de FANTASÍA
cada año desde
el palo de Pascua.
La campana, la Pascua, el ahorcado, la lítica canción:
London Bridge is falling down
Falling down, falling down
London Bridge is falling down
My fair Lady…
Falling down, falling down
London Bridge is falling down
My fair Lady…
La ceniza en la frente, el hombre del
hacha,
la sopa de coliflor y el besito de “buenas noches”.
(Sweet dreams, Dorothy…)
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