Oh,
mago de la noche
En
el sorteo se rifa la esperanza.
Entre
el asfalto y el cielo se escucha una voz que dice:
Oh,
mago de la noche, abre las puertas de la ciudad para mí.
La
noche es una serpiente que engulle el infinito;
engulle
verso y canción, como el cansancio del músculo del hombre.
Perdido
entre los dientes del tiburón
alucinando
sobre un pop corn,
desolado y
sombrío, perdido entre las sombras
de
la ilusión,
aún quiero
palpar la luna con mis dedos.
Cambia
cualquier triste melodía en la radio;
únete
al grillo desbordado y a la cínica charada
de
los autos.
Oh,
mago de la noche, abre de par en par las puertas de la ciudad para mí…
Con
sólo un puñado de monedas en el bolsillo,
-helados
mis pies, remiendo mis sueños
junto
al alcanfor;
cuando
la mirada del búho desfallece
mientras
el agua se esconde
hacia
su inacabado concilio.
Ella
sentirá el viento contra su rostro
a más
de cien millas por hora,
mientras,
a un costado del estadio de foot ball,
abisal
me inclino ante la misma sombra del café.
Oh,
mago de la noche, abre las puertas de la ciudad para mí...
Que
el viejo mirlo plateado pueda extender sus alas
sobre
el cieno y la expectación de las ramas,
cuando
la tórtola en su nido acecha a los pichones
y las
estrellas fugaces -en primer plano,
dibujen una
lágrima ante un rostro desconocido.
Porque
mi barco de papel ha encallado sobre la hierba mojada...
Oh,
mago de la noche, abre las puertas de la ciudad para mí.
Señor
de los atribulados corazones,
señor
que mezclas el polvo de los astros luminosos,
que
resecas y palideces la objetividad de los labios,
que
aligeras la intensidad
del
dolor de los amantes,
que
das hijos a las vírgenes
como
flores de durazno fuera de estación…
Atina a
encender un cirio en el edificio más alto,
porque
necesito encontrar el camino,
y rasgar
la oscuridad con un grito:
Oh,
mago de la noche, abre las puertas de la ciudad para mí...
(el rinconcito de las letras...)
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