jueves, 28 de marzo de 2019

Fragmentos. Poesía de Pablo Armando Fernández




(...)
No conocí tu casa     recuerdo
aquel  jardín        abandonado lugar
de lecturas los sábados.
Allí estuvo el portal: los pretendientes,
el momentáneo gesto de ternura
que nace de algún presentimiento
la risa que perdiste con mi amor
amor mío    soledad mía    amor inconquistable.


Quien eres no me preocupa ya
porque para siempre   para generación y generación
eres linaje de amor(.)

(Fragmento de: El poeta a la muerte de su madre)



Trajano
(Testamento)

Cantar no es fácil, joven.
No es ceñir cada palabra al canto
y apretadas, echarlas a volar.
Muchas veces tropiezan, caen y ruedan.
Difícil es alzarlas una a una
sin resentir sus alas; animarlas
de un aliento distinto,
no siempre poderoso, pero firme.
Y hacer que de ellas nazca la voz
que el canto exige.
Joven, cantar es doloroso.
No confíes al acento del canto
su belleza; piensa que la tiniebla
y el silencio fueron primero.
Piensa que de ese encuentro
nacieron la palabra y lo que alumbra.


Plotina

A Virgilio Piñera

Mira, yo sé que no desaparece.
Se ausenta, si, en los sueños,
disuelto,
y vuelve a ser deseo indefinido.
Yo, corista del Music Hall, Plotina,
un triste espectáculo
para el posible goce:
ojeras, postizos en los senos
y las caderas.
Postizos en el pelo
y en la boca, todavía
diestra, capaz de hacer prodigios:
voy a ser castigada.
Mi peligro es haber sido
hipocondriaca
y haber conservado el espíritu
de otros tiempos.


Suite para Maruja
(fragmentos)


I
La primavera, dices, y escojo madreselvas,
geranios y begonias.
A casa vuelves con los ojos mojados,
la falda llena de guizazos ásperos.
Verbenas sin olor en los cabellos
y, entre las manos, romerillo y malvas.
Dices, el aire, y cierro las ventanas,
busco el sillón mas próximo a la esquina
donde libros y lámparas me esperan.
Y el aire es la mañana del sol, blanca,
la loca expedición de las hormigas,
pájaros y caguayos de astuta, fina lengua.
Tu canto, por el patio, saliendo del brocal,
los baldes y las piedras.

El sol, dices tranquila, y presuroso escalo
los templos más antiguos. Arenales recorro.
Duermo a la sombra ámbar de un dátil.
Y el sol es la ventana limpia donde te acodas,
sueltos, la blusa y el cabello,
y es el camino al mar los viernes de la Pascua;
recorrer gajos santos que ahuyentan los ciclones;
café que huele a cuaba ardiendo, y sabe a madrugar
de plátanos, anones y ciruelas.
Sin mis brazos ciñendo tu cintura,
sin que lo sepa yo.
(...)

II

Cuando anochece, espero
confiarte de una vez todo el espanto
que hay de día en mi pecho.
No es obsesivo gusto por la vida
plena del dios sin tiempo,
ni es el miedo a perder
el poder y la magia del poeta:
miedo a la muerte y al olvido.
Lo que me pone el corazón pequeño,
cuando anochece y estoy contigo, a solas,
es oírme las dóciles palabras
que te ocultan que miento,
cuando te digo: aun no tengo miedo.
(...)



(Delicias, Las Tunas,1930. Poeta, escritor y ensayista cubano)

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