jueves, 29 de agosto de 2019

T. S. Eliot. "Cuatro Cuartetos" (Fragmento)


Thomas Stearns Eliot, (San Luis, Misuri, USA. 1888 – Londres 1965) Poeta, Norteamericano, nacionalizado ingles en 1927. Figura cumbre de la poesía inglesa del siglo XX.​ Su influencia literaria trasciende hasta nuestros días.




Burnt Norton
            

I
          
El tiempo presente y el tiempo pasado
Acaso estén presentes en el tiempo futuro
Y tal vez al futuro lo contenga el pasado.
Si todo tiempo es un presente eterno
Todo tiempo es irredimible.
Lo que pudo haber sido es una abstracción
Que sigue siendo perpetua posibilidad
Sólo en un mundo de especulaciones.
Lo que pudo haber sido y lo que ha sido
Tienden a un solo fin, presente siempre.
Eco de pisadas en la memoria,
Van por el corredor que no seguimos
Hacia la puerta que no llegamos nunca a abrir
Y da al jardín de rosas. Así en tu mente
Resuenan mis palabras.
Pero no sé
Con cuál objeto perturbamos el polvo
Que vela el cuenco en donde están los pétalos
De rosa.
Y otros ecos.

Habitan el jardín. ¿Vamos tras ellos?
De prisa, dijo el pájaro: encuéntralos, encuéntralos,
Al dar vuelta a la esquina, tras la primera puerta,
En nuestro primer mundo. ¿Vamos en pos
Del engaño del tordo? En nuestro primer mundo.
Allí estaban, solemnes, invisibles;
Se movían sin premura sobre las hojas muertas,
Bajo el calor de otoño, en el aire vibrante.
Y el pájaro silbó en contestación
A la inaudible música oculta entre las plantas
Y el destello de una mirada no vista cruzó el espacio.
Porque las rosas tenían aspecto de flores contempladas.
Eran como nuestros huéspedes, aceptados y aceptantes.
Así pues, avanzamos, y ellos, en procesión formal,
Caminaron también por el desierto sendero
Hasta llegar a la rotonda con el seto de arbustos.
Y miraron entonces el estanque drenado.
Seco el estanque, seco el concreto, pardos los bordes.
Y se llenó el estanque de agua solar,
En silencio, en silencio se alzaron lotos,
La superficie brilló desde el corazón de la luz
Y ellos quedaron tras nosotros reflejándose en el
estanque.
Luego pasó una nube y se vació el estanque.
Váyanse, dijo el pájaro, porque las frondas estaban
llenas de niños
Que alegremente se ocultaban y contenían la risa.
Váyanse, váyanse, dijo el pájaro: el género humano
No puede soportar tanta realidad.
El tiempo pasado y el tiempo futuro,
Lo que pudo haber sido y lo que ha sido
Tienden a un solo fin, presente siempre.

II

Ajo y zafiros en la greda
Traban el eje de la rueda.
Canta la sangre en su alambrada
Bajo la cicatriz inveterada,
Calma la guerra que ya está olvidada.
Así la danza de la arteria
Y la circulación de la materia
Vagan en la deriva de la estrella.
Sube el verano hasta dejar su huella
En ese árbol que la luz aloja
En la móvil silueta de la hoja.
Y se escucha en la tierra humedecida
Al jabalí y al perro, proseguida
También su eterna lucha; mas sus rastros
Se concilian arriba entre los astros.
En el punto inmóvil del mundo que gira.
Ni carne ni ausencia de carne; ni desde ni hacia;
En el punto inmóvil: allí está la danza,
Y no la detención ni el movimiento.
Y no llamen fijeza
Al sitio donde se unen pasado y futuro.
Ni ida ni vuelta, ni ascenso ni descenso.
De no ser por el punto, el punto inmóvil,
No habría danza, y sólo existe danza.
Sólo puedo decir: allí estuvimos,
No puedo decir dónde; tampoco cuánto tiempo,
Porque sería situarlo en el tiempo.
Librarse interiormente del deseo material,
Descargarse de la acción y el sufrimiento,
De la compulsión externa e interna, rodeada sin embargo
Por una gracia de sentido,
Una luz blanca inmóvil que se mueve,
Erhebung sin movimiento, concentración sin
eliminación,
Un nuevo mundo y el viejo que se hacen explícitos, se
aclaran
En la consumación de su éxtasis parcial,
La resolución de su parcial horror.
Pero el encadenamiento de pasado y futuro,
Tejidos en la debilidad del cuerpo cambiante,
Ampara al género humano del cielo y la condenación
Que la carne no puede soportar.
El tiempo pasado y el tiempo futuro
Sólo permiten mínima conciencia.
Ser consciente significa no estar en el tiempo,
Pero sólo en el tiempo puede el momento en el jardín
de rosas,
El momento en la pérgola bajo el azote de la lluvia,
El momento en que desciende el humo sobre la iglesia
atravesada por corrientes de aire,
Ser recordados, envueltos en el pasado y el futuro.
Sólo con tiempo se conquista el tiempo.

III

Este es el sitio de los desafectos.
Tiempo antes y tiempo después
Bajo una luz dudosa: ni luz de día
Que inviste las formas con lúcida quietud
Y convierte la sombra en belleza fugaz
Con lenta rotación que sugiere permanencia,
Ni tinieblas para purificar el alma,
Tinieblas que vacían lo sensual mediante la privación
Y limpian del afecto por cosas temporales.
Ni plenitud ni vacío. Sólo un destello
Sobre las tensas caras hendidas por el tiempo,
Perturbadas en su perturbación por la perturbación,
Llenas de caprichos y vacías de sentido.
Tumefacta apatía sin concentración.
Hombres y trozos de papel giran llevados
por el viento frío
Que sopla antes y después del tiempo.
Viento que entra y sale de pulmones enfermos,
Tiempo antes y tiempo después.
Eructo de almas insalubres
En el aire marchito, aletargadas
Por el viento que azota las lúgubres colinas
londinenses:
Hampstead y Clerkenwell, Campden y Putney,
Highgate, Primrose y Ludgate. No aquí,
No aquí en tinieblas, en este mundo de vana
agitación.

Descenso más abajo, descenso únicamente
Al mundo de perpetua soledad,
Mundo sin mundo que no es mundo,
Tinieblas interiores, privación
Y despojo de toda propiedad.
Desecación del mundo del sentido,
Evacuación del mundo del capricho,
Incompetencia del mundo del espíritu:
Este es el único camino, y el otro
Es el mismo, no en movimiento
Sino en abstención del movimiento;
Mientras el mundo se mueve,
En apetencia, por los metálicos caminos
Del tiempo pasado y el tiempo futuro.

IV

Han sepultado al día el tiempo y la campana.
Oscura, ahuyenta el sol una nube lejana.
¿Se volverá hacia nosotros
El girasol? Errante
¿Se doblará la clemátide?
¿Se aferrarán el ramo y el zarcillo colgante?
Y del ciprés los dedos enroscados
¿Acaso de nosotros han de pender helados?
Después que el ala
Del martín pescador ha respondido
Con la luz a la luz y el silencio ha venido
La luz no se estremece ni respira
En el inmóvil punto de este mundo que gira.

V

Las palabras se mueven, la música se mueve
Nada más en el tiempo; pero lo que sólo está vivo
Sólo puede morir. Termina el habla
Y vuelven al silencio las palabras.
Sólo mediante forma y estructura
Pueden llegar a la quietud la música o las palabras
Como un inmóvil jarrón chino
Se mueve perpetuamente en su quietud.
No la inmovilidad del violín mientras la nota dura,
No sólo eso sino la coexistencia,
O digamos que el fin precede al comienzo
Y que el fin y el comienzo estuvieron presentes
Antes del comienzo y después del fin.
Y todo es siempre ahora. Las palabras se esfuerzan,
Se resquebrajan, a veces se rompen bajo la carga
y la tensión,
Resbalan, se deslizan, perecen,
La imprecisión las deteriora, pierden su sitio, pierden su fijeza.
Voces agudas
Que regañan, se burlan o sólo parlotean
Las asaltan continuamente. La Palabra en el desierto
Es atacada sobre todo por voces de tentación,
La sombra que solloza en la danza fúnebre,
El sonoro lamento de la quimera desolada.

El detalle del diseño es movimiento,
Como en la imagen de los diez peldaños.
El deseo también es movimiento,
En sí mismo indeseable;
El amor es inconmovible,
Sólo es causa y es fin del movimiento,
Sin tiempo y sin deseo,
Excepto bajo el aspecto del tiempo,
Captado en forma de limitación
Entre no ser y ser.
De pronto en un rayo de luz solar,
Exactamente mientras el polvo se mueve,
Se levanta la risa oculta
De los niños entre el follaje.
De prisa, aquí, ahora, siempre—
Ridículo el estéril tiempo triste
Que se extiende antes y después.




East Coker



I

En mi principio está mi fin. Una tras otra
Las casas se levantan y se derrumban, se
desmoronan, se extienden,
Son arrancadas, destruidas, restauradas,
o en su lugar
Queda un baldío, una fábrica o un paso a desnivel.
Viejas piedras para nuevos edificios,
Vieja leña para nuevas hogueras,
Viejas hogueras para las cenizas y cenizas
para la tierra
Que ya es carne, pieles y heces,
Huesos humanos y animales, tallos y hojas de cereal.
Las casas viven y mueren.
Hay un tiempo para la construcción,
Un tiempo para habitar y engendrar
Y un tiempo para que el viento rompa el cristal
desprendido
Sacuda las maderas en que trota el ratón del campo
Y el tapiz en jirones donde se halla bordado
Un lema silencioso.

En mi principio está mi fin. Ahora cae la luz
A lo largo del campo abierto
Y oculta con sus ramas la honda vereda,
Vereda oscura en el anochecer
Donde uno se protege contra el talud cuando pasa un vehículo,
Y la honda vereda insiste en continuar
Hasta la aldea hipnotizada en el calor eléctrico.
En la neblina cálida la luz sofocante
Es absorbida, no refractada, por la piedra gris.
Duermen las dalias en el silencio vacío.
Esperan al búho que llega temprano.
En ese campo abierto,
Si uno no se acerca demasiado, si uno no se acerca
demasiado,
En una medianoche de verano se puede oír
La música de la débil gaita y el tamboril
Y ver la danza en torno de la hoguera
La unión del hombre y la mujer
En bailes que significan matrimonio—
Un sacramento noble y útil.
De dos en dos, en conjunción necesaria,
Tomados de la mano o de los brazos
Como símbolo de concordia.
Dan vueltas a la hoguera
Saltan sobre las llamas o se unen en corros,
Rústicamente solemnes o en rústica risa
Levantan sus pesados pies en toscos zapatos,
Pies de tierra y arcilla que se alzan en el júbilo
del campo
El júbilo de aquellos que están bajo la tierra
Desde hace mucho y nutren los cereales.

Llevan el tiempo, marcan el ritmo de su danza,
Como viven al ritmo de las vivientes estaciones,
El tiempo de las estaciones y las constelaciones,
El tiempo de la ordeña y el tiempo de la cosecha,
El tiempo de ayuntarse hombre y mujer
Y el de los animales. Pies que suben y bajan,
Comida y bebida, estiércol y muerte.
El alba ya despunta y otro día
Se dispone al silencio y al calor.
El viento de la aurora mar adentro
Ondula y se desliza. Estoy aquí
0 allá o en otra parte. En mi principio.

II

¿Qué hacen noviembre y su final entorno
Con primavera y su feliz trastorno
Y las criaturas del calor de estío,
Las flores que destruye el paso impío
Malvarrosa que apunta a lo excesivo,
(Su color rojo muere en gris cautivo)
Rosas tardías con temprana nieve?
Entre los astros a rodar se atreve
El trueno que simula un carro armado
En la guerra de estrellas constelado
Al sol combate sin piedad Escorpión
Sol y luna se van. Por esta acción
Lloran cometas y el meteoro vuela
En fuego acabará este mundo en vela
Cazan los cielos, cazan las llanuras
Forman un remolino en las alturas

Guerra perpetua que arderá en el cielo
Hasta que cubra a este planeta el hielo.
Esto fue una manera de decirlo, no muy satisfactoria.
Un ejercicio perifrástico en un estilo poético raído
Que lo deja a uno ante la intolerable lucha
Con las palabras y los significados.
La poesía no importa.
No era (para recomenzar) lo que uno se había imaginado.
¿Cuál iba a ser el valor de lo que durante tanto
tiempo anhelamos,
La calma tan esperada, la serenidad otoñal
Y la sabiduría de la vejez? ¿Nos habían engañado
O se engañaron a sí mismos los ancestros de voces tranquilas
Y simplemente nos legaron una receta
para el engaño?
La serenidad sólo una deliberada torpeza,
La sabiduría sólo el conocimiento de secretos
muertos
Inútiles en las tinieblas que ellos escudriñaron
O de las que apartaron los ojos. Hay, nos parece,
Cuando mucho un valor limitado
En el conocimiento que deriva de la experiencia.
El conocimiento impone una estructura
y falsifica,
Porque la estructura es nueva a cada instante
Y cada instante una nueva y estremecedora
Valoración de cuánto hemos sido.
Sólo nos desengañamos

De lo que engañándonos ya no puede hacer daño.
En medio, no sólo en medio del camino, en
todo el camino,
La selva oscura, la zarza, al borde de una ciénaga en
donde todo paso es inseguro
Y amenazados por monstruos, luces delirantes
Bajo riesgo de encantamiento. No me hablen
De la sabiduría de los ancianos sino más bien
de su locura,
Su miedo al miedo y al frenesí, su miedo
a la posesión,
A pertenecer a otro, a otros o a Dios.
La única sabiduría que podemos esperar adquirir
Es la sabiduría de la humildad:
La humildad es infinita.
Las casas yacen bajo el mar.
Los danzantes yacen bajo el montículo

III

Oh tinieblas, tinieblas; tinieblas. Todos caen
en tinieblas,
Los vacantes espacios entre los astros, lo vacío
en el vacío, i
Militares, banqueros, mercaderes, eminentes .
hombres de letras,
Mecenas generosos de las artes, estadistas y
gobernantes,
Notables funcionarios, presidentes de muchos
comités,

Señores de la industria y pequeños contratistas,
Todos caen en tinieblas,
Y tinieblas el sol, la luna y el Almanaque de Gotha
Y la Gaceta de la Bolsa y el Directorio de Directores
Y se enfría el sentido y se pierde el motivo
de la acción
Y todos vamos con ellos en el funeral silencioso,
El funeral de nadie pues no hay nadie
a quién enterrar.
Quédate inmóvil, dije a mi alma, y deja que caigan
sobre ti las tinieblas
Que serán las tinieblas de Dios. Como en un teatro
Se apagan las luces para cambiar el decorado
Con un hueco rumor de bastidores, un movimiento de
tinieblas sobre tinieblas,
Y sabemos que enrollan y quitan de su lugar
las colinas y los árboles, el panorama distante
Y la fachada altiva e imponente.
O como cuando el vagón del metro se detiene en el
túnel entre dos estaciones
Y la conversación se eleva y luego poco a poco
se desvanece en silencio
Y uno ve ahondarse el vacío mental detrás de cada rostro
Y queda sólo el terror creciente de no tener ya nada en qué pensar.
O como cuando bajo anestesia la mente tiene
conciencia pero conciencia de nada
Dije a mi alma: Quédate inmóvil y espera
sin esperanza
Porque la esperanza sería esperanza en lo que no
debe esperarse;

Aguarda sin amor
Porque el amor sería amor de lo que no se debe amar.
Sin embargo queda la fe;
Pero la fe, el amor y la esperanza se encuentran
en la espera.
Espera sin el pensamiento ya que no estás preparada
para él.
Así las tinieblas serán la luz y la inmovilidad será
la danza.
Susurro de corrientes y relámpagos invernales.
El invisible tomillo silvestre y la fresa silvestre,
La risa en el jardín, eco del éxtasis
No pedido sino exigente que marca la agonía
De muerte y nacimiento.
Dices que repito
Algo que he dicho. Lo diré nuevamente.
¿Lo diré nuevamente? Para llegar ahí,
Para llegar adonde estás,
Para salir desde donde no estás,
Debes ir por un camino en donde no hay éxtasis,
Para llegar a lo que no sabes
Debes ir por un camino que es el de la ignorancia.
Para poseer lo que no posees
Debes ir por el camino de la desposesión.
Para llegar a lo que no eres
Debes ir por el camino en que no eres.
Y lo único que sabes es lo que no sabes .....
Y lo único que posees es lo que no posees
Y en donde estás es en donde no estás.

IV

El cirujano herido hunde el acero
E interroga la parte destemplada.
Late bajo su mano ensangrentada
La aguda compasión del curandero
Que interroga la fiebre en su tablero.
Nuestra única salud es la enfermedad,
Si acato a la enfermera agonizante
Que no intenta agradar: es su constante
Afán el recordar: la humanidad
Empeora y desde allí sigue adelante.
Nuestro hospital está en la tierra entera.
Lo legó el arruinado millonario.
En él, si bien nos va, tan sólo espera
La muerte, ese cuidado extraordinario
Que protege y estorba dondequiera.
Sube el frío del pie hasta la rodilla.
Canta la fiebre en su mental alambre.
Para tener calor me enfrío a la orilla
Del purgatorio. El fuego es hielo y hambre;
rosas la llama; el humo, zarza, astilla.
Sólo bebemos sangre, y mientras tanto
Carne sangrienta es la única comida.
A pesar de ello hacemos nuestra vida
De suponernos carne sin espanto
Y a este viernes llamamos Viernes Santo.

V

Y bien, estoy aquí, en medio del camino
Y he pasado veinte años
 —veinte años en gran parte perdidos,
Los años de entreguerra—
Tratando de aprender a usar las palabras
y cada intento es un comienzo enteramente nuevo
Y es un tipo distinto de fracaso.
Porque uno sólo ha aprendido a dominar
las palabras
para decir lo que ya no tiene que decir
O de ese modo en que no está dispuesto ya a
decirlo.
Por eso cada intento
Es un nuevo comienzo, una incursión en lo
inarticulado
Con un mísero equipo cada vez más roído
En el desorden general de la inexactitud
del sentimiento,
Escuadras de la emoción sin disciplina.
Y lo que debe ser conquistado
Mediante fuerza y sumisión, ya ha sido descubierto
Una, dos, varias veces por hombres que uno no tiene
esperanza de emular
—Pero no hay competencia:
Sólo existe la lucha por recobrar lo perdido
Y encontrado y perdido una vez y otra vez

Y ahora en condiciones que parecen adversas.
Pero quizá no hay ganancia ni pérdida:
Para nosotros sólo existe el intento.
Lo demás no es asunto nuestro.
La casa es el lugar del que partimos.
A medida que envejecemos
El mundo se nos vuelve más extraño, más compleja
La ordenación de muertos y vivos.
No el intenso momento
Aislado sin antes ni después,
Sino la vida entera que arde a cada momento
Y no la vida entera de un solo hombre
Sino de viejas piedras indescifrables.
Hay un tiempo para el anochecer bajo la luz
de las estrellas,
Un tiempo para el anochecer a la luz de la lámpara
(El anochecer con el álbum de fotos).
El amor se acerca más a sí mismo
Cuando dejan de importar el aquí y el ahora.
Los viejos deben ser exploradores
Aquí o allá, no importa dónde
Debemos estar inmóviles y sin embargo movernos
Hacia otra intensidad
En busca de una mayor unión, una comunión
más profunda
A través del frío oscuro y la vacía desolación,
El grito de la ola, el grito del viento, las grandes
aguas
Del petrel y de la marsopa.

En mi fin está mi principio.



Little Gidding


I

La primavera a medio invierno es una estación
en sí misma
Sempiterna aunque empapada hacia el ocaso,
Suspendida en el tiempo, entre el polo y el trópico.
 Cuando es más claro el corto día lleno de escarcha
y fuego,
El breve sol incendia el hielo en estanques y zanjas,
Bajo el frió sin viento que es el calor del corazón
Y copia en un espejo de agua
Un fulgor que es ceguera cuando empieza la tarde
Y un brillo más intenso que la lumbre de ramas
o braseros
Agita el torpe espíritu: no viento sino fuego
pentecostal
En el tiempo oscuro del año.
Entre el deshielo y la congelación
Se estremece la savia del alma.
No hay olor de tierra Ni olor de cosa viva.
Este es el tiempo primaveral

Pero no según la convención del tiempo.
Por una hora el seto blanquea
Con fugaz floración de nieve,
Una floración más repentina que la del verano pues
no da brotes ni se marchita.
No pertenece al esquema de la generación.
¿En dónde está el verano, el inimaginable
Verano cero?
Si vienes por aquí,
Por la ruta que probablemente seguirás
Desde el lugar de dónde vienes probablemente,
Si vienes por aquí en mayo encontrarás los setos
Blanqueados otra vez con voluptuosa dulzura.
Igual sería al fin de la jornada,
Si vienes de noche como un rey vencido,
Si vienes de día sin saber a qué vienes.
Igual sería al dejar el camino áspero
Y dar vuelta detrás de la pocilga hacia la gris fachada
Y la lápida. Y aquello por lo que creíste estar aquí
Es tan sólo una concha, una cáscara de sentido
Cuyo propósito nada más se revela cuando está
realizado,
Si se realiza. O no tenías propósito
O el propósito está más allá de lo que calculabas
Y se altera al cumplirse. Hay otros sitios
Que son también el fin del mundo,
Algunos entre las fauces del mar
O sobre un lago oscuro,
En un desierto o en una ciudad—
Pero este es el más cercano, en tiempo y lugar,
Ahora y en Inglaterra.

Si vienes por aquí,
Tomando cualquier camino, partiendo de cualquier
sitio,
A cualquier hora o en cualquier estación,
Será siempre lo mismo: tendrás que hacer a un lado
Sentido y noción: no estás aquí para verificar,
Instruirte, satisfacer tu curiosidad o trasmitir
informes.
Estás aquí para arrodillarte
Donde ha sido válida la oración.
Y la plegaria es algo más
Que un orden de palabras, la tarea a conciencia
De la mente que reza, o el sonido de la voz al orar.
Y aquello para lo que cuando vivos no tenían
lenguaje los muertos
Te lo pueden decir ya muertos: la comunicación
De los muertos posee lenguas de fuego más allá
del idioma de los vivos.
Aquí, la intersección del momento sin tiempo
Es Inglaterra y es ninguna parte.
Nunca y siempre.

II

En la manga de un viejo la ceniza apagada
Es cuanto sobrevive de la rosa quemada.
Polvo que en aire flota suspendido
Marca el lugar donde una historia ha sido.
El polvo que respiras fue una mansión:
Las maderas, los muros y el ratón.
Ha muerto la esperanza: este desaire
Es la muerte del aire.

Hay inundación y sequía
Sobre los ojos y en la boca fría.
Agua muerta, muerta arena
Luchan por victoria plena.
El suelo seco y destripado
Muestra el esfuerzo destrozado.
La sorda risa de su boca aterra.
Es la muerte de la tierra.
Agua y fuego ocupan el sitial
De la ciudad, la hierba, el matorral.
Agua y fuego se han burlado
Del sacrificio denegado.
Agua y fuego pudrirán
Los cimientos, se hundirán
El santuario y coro ciego.
Es la muerte de agua y fuego.
En la hora incierta antes de la mañana
Al terminar la noche interminable
Al recurrente fin de lo que no tiene fin
Cuando la oscura paloma con su lengua de llamas
Hubo pasado bajo el horizonte de regreso a su nido
Mientras las hojas muertas traqueteaban metálicas
En el asfalto donde no había ningún otro rumor
Entre las zonas de donde se elevaba el humo
Vi de repente a un hombre que erraba apresurado
Sin resistencia ante el aire urbano del amanecer

Impulsado hacia mí igual que aquellas hojas de
estaño.
Cuando fijé la vista en su cara inclinada
El mirar insultante con el cual desafiamos
Al primer transeúnte en la sombra que aclara
Pareció revelarme a algún maestro muerto
A quien yo había tratado y olvidado; medio evocaba
A uno y a muchos; en sus rasgos como recién salidos
de algún horno
Los ojos de un familiar espectro conjunto
A la vez íntimo e inidentificable.
Asumí un doble papel y grité
Y escuché al otro que gritaba: "¡Cómo! ¿Tú aquí?"
Aunque no estábamos. Yo era el mismo de siempre,
Consciente de mí mismo, y era otro sin embargo.
Y él una cara aún formándose. Pero bastaron las
palabras
Para forzar el reconocimiento al que precedieron.
Así, sometiéndonos al aire común,
Demasiado extraños el uno al otro para malentendernos,
Acordes en ese momento de intersección,
Reunidos en un sitio sin antes ni después,
Seguimos por la acera en una ronda muerta.
Dije: "El asombro que siento es natural,
Su naturalidad también me asombra. Habla,
por tanto;
Tal vez yo no comprenda ni recuerde."

Y él: "No estoy dispuesto a repasar
Mis pensamientos y teorías que has olvidado.
Sirvieron su propósito: dejémoslas en paz.
Igual sucede con las tuyas y ruega que te sean
perdonadas
Por otros, así como te ruego perdonarme
El mal y el bien. Se ha comido el fruto de la estación
Y la bestia saciada apartará de una coz el cubo vacío.
Pues las palabras del año pasado son del año pasado
Y esperan otra voz las palabras del año que viene.
Mas como ahora el paso no ofrece obstáculo
Al espíritu inaplacado y peregrino
Entre dos mundos que se han vuelto
muy semejantes,
Así encuentro palabras que no pensé decir
En calles que no creí volver a ver
Cuando dejé mi cuerpo en una playa remota.
Ya que nuestro interés era el lenguaje y el lenguaje
nos incitó
A purificar el dialecto de la tribu y apremió
A la mente a revisar el pasado y a prever,
Déjame revelarte los dones reservados a la vejez
Para coronar el esfuerzo de tu vida entera.
Ante todo la fricción helada del sentido que expira
Sin encanto, sin ofrecer promesa,
Sino la amarga insipidez del fruto espectral
Cuando empiezan a separarse mente y cuerpo.
Segundo, la impotencia consciente de la rabia
Frente a la locura humana y la laceración
De la risa ante lo que deja de divertirnos.
Por último, el terrible dolor de vivir de nuevo
Cuanto has hecho y has sido; la vergüenza
De motivos revelados muy tarde y la conciencia
De cosas malhechas y hechas para daño de los demás
Que antes consideraste ejercicio de la virtud.
Entonces hiere la aprobación del tonto
y los honores deshonran.
De mal en mal el exasperado espíritu avanza,
A menos que lo restaure el fuego purificador
En que debes moverte a ritmo como un danzante"
El día estaba a punto de romper. En la desfigurada
Calle me dejó con un rezongo de despedida
Y se desvaneció al sonar la sirena.

III

Hay tres condiciones que a menudo parecen
semejantes
Pero difieren por completo,
florecen en el mismo seto vivo:
Apego al propio ser y a cosas y personas, desapego
Del propio ser y cosas y personas,

Y creciente entre ambas, indiferencia
Que se parece a las demás como la muerte
se parece a la vida
Al estar entre dos vidas, sin florecer,
Entre la ortiga viva y la ortiga muerta.
Esta es la utilidad de la memoria
Para la liberación: no reduce el amor
sino lo expande
Más allá del deseo, y por tanto nos libra
De futuro y pasado.
Entonces el amor a un país
Empieza como apego a nuestro campo de acción
Y encuentra que esta acción importa poco
Aunque nunca es indiferente.
La historia puede ser servidumbre,
La historia puede ser libertad.
Mira, ahora se desvanecen
Los rostros y los lugares con el ser que los amó,
como pudo.
Para quedar renovados, transfigurados en
otra ordenación.
El pecado es inevitable pero
Todo irá bien
Y toda clase de cosas saldrá bien.
Si pienso de nuevo en este lugar
Y en gente no del todo recomendable,
Sin parentesco ni bondad,
Pero algunos de genio particular,
Todos señalados por un genio común,
Unidos en la discordia que los separa;
Si pienso en un rey al caer la noche,
En tres hombres, y más, en el cadalso

Y algunos que murieron olvidados
En otros sitios, aquí y en tierra extraña,
Y en uno que murió ciego y callado
¿Por qué habríamos de celebrar
A estos muertos y no a los que agonizan?
No es tocar al revés una campana
Ni se trata de un encantamiento
Para conjurar el espectro de una Rosa.
No podemos revivir viejas facciones
No podemos restaurar viejas políticas
Ni seguir un tambor antiguo.
Aquellos hombres y sus enemigos
Aceptan la constitución del silencio
Y se pliegan a un solo partido.
Sea cual fuere la herencia de los afortunados
Recibimos de los derrotados
Lo que debían dejarnos: un símbolo,
Un símbolo perfeccionado en la muerte.
Y todo irá bien y ,
Toda clase de cosas saldrá bien
Por la purificación del motivo
En el campo de nuestra súplica.

IV

Desciende la paloma y rompe el aire helado
Con llama de terror incandescente.
Dicen las lenguas que es precisamente
El único remedio del error y el pecado.
La última esperanza o el fin desesperado
Reside en la elección entre una y otra hoguera
Que redima a esta llama de esa llama que espera.
Amor se llama el que inventó el tormento,
Amor el nombre desacostumbrado
Cuyas manos tejieron el suplicio más cruento:
La camisa de llamas que jamás ha logrado
Arrancarse el poder en el mundo sangriento.
Toda la vida, toda nuestra espera,
Yace en ser pasto de una u otra hoguera.

V

Lo que llamamos el principio es a menudo el fin
Y llegar al final es llegar al comienzo.
El fin es el lugar del que partimos. Y cada frase
Y oración que sea correcta (donde cada palabra esté
en su sitio
Y ocupe su lugar en apoyo de las demás,
La palabra ni tímida ni ostentosa,
El fácil intercambio de lo viejo y nuevo,
La palabra común exacta sin vulgaridad,
La palabra formal precisa pero no pedante,
La compañía entera que danza al mismo ritmo)
Cada oración y cada frase son un fin y un comienzo,
Cada poema un epitafio. Y toda acción
Un paso al tajo, al fuego,
Un descenso por las fauces del mar
O hacia una piedra indescifrable:
Y allí es donde empezamos.
Perecemos con los agonizantes:
Mira cómo se marchan y partimos con ellos.
Nacemos con los muertos:
Mira cómo regresan y volvemos con ellos.
El momento de la rosa y el momento del ciprés
Son de igual duración. Un pueblo sin historia
No está redimido del tiempo,
Porque la historia es una ordenación
De momentos sin tiempo.
Así, mientras se desvanece la luz
Sobre un anochecer invernal, en una aislada capilla,
La historia es ahora e Inglaterra.
Con la atracción de este Amor y la voz de este Llamado.
No cesaremos en la exploración
Y el fin de todas nuestras búsquedas
Será llegar adonde comenzamos,
Conocer el lugar por vez primera.
A través de la puerta desconocida
y recordada Cuando lo último por descubrir en la tierra
Sea lo que fue nuestro comienzo:
En la fuente del río más largo
La voz de la oculta cascada
Y los niños en el manzano.
La voz no conocida porque nadie la busca,
Pero escuchada, o semi-escuchada, en la inmovilidad
Del mar entre dos olas.
De prisa, aquí, ahora, siempre—
Una condición de sencillez absoluta
 (Cuesta nada menos que todo).
Y todo irá bien
Y toda clase de cosas saldrá bien
Cuando las lenguas de la llama se enlacen
En el nudo de fuego coronado
Y la lumbre y la rosa sean una. 







(Traducción de José Emilo Pacheco)










Lezama: "Muerte de Narciso"


José Lezama Lima -José María Andrés Fernando- (La Habana 1920 – 1976). Poeta, novelista y ensayista. Por su indiscutible influencia en Hispano-América, se le considera como uno de los más grandes poetas cubanos de todos los tiempos.


Muerte de Narciso

Dánae teje el tiempo dorado por el Nilo
envolviendo los labios que pasaban
entre labios y vuelos desligados.
La mano o el labio o el pájaro nevaban.
Era el círculo en nieve que se abría.
Mano era sin sangre la seda que borraba
la perfección que muere de rodillas
y en su celo se esconde y se divierte.

Vertical desde el mármol no miraba
la frente que se abría en loto húmedo.
En chillido sin fin se abría la floresta
al airado redoble en flecha y muerte.
¿No se apresura tal vez su fría mirada
sobre la garza real y el frío tan débil
del poniente, grito que ayuda la fuga
del dormir, llama fría y lengua alfilereada?

Rostro absoluto, firmeza mentida del espejo.
El espejo se olvida del sonido y de la noche
y su puerta al cambiante pontífice entreabre
Máscara y río, grifo de los sueños.
Frío muerto y cabellera desterrada del aire
que le crea, del aire que le miente son
de vida arrastrada a la nube y a la abierta
boca negada en sangre que se mueve.

Ascendiendo en el pecho sólo blanda,
olvidada por un aliento que olvida y desentraña.
Olvidado papel, fresco agujero al corazón
saltante se apresura y la sonrisa al caracol.
La mano que por el aire líneas impulsaba
seca, sonrisas caminando por la nieve.
Ahora llevaba el oído al caracol, el caracol
enterrando firme oído en la seda del estanque.

Granizados toronjiles y ríos de velamen congelados,
aguardan la señal de una mustia hoja de oro,
alzada en espiral, sobre el otoño de aguas tan hirvientes.
Dócil rubí queda suspirando en su fuga ya ascendiendo.
Ya el otoño recorre las islas no cuidadas, guarnecidas
islas y aislada paloma muda entre dos hojas enterradas.
El río en la suma de sus ojos anunciaba
lo que pesa la luna en sus espaldas y el aliento que en halo convertía

Antorchas como peces, flaco garzón trabaja noche y cielo,
arco y cestillo y sierpes encendidos, carámbano y lebrel.
Pluma morada, no mojada, pez mirándome, sepulcro.
Ecuestres faisanes ya no advierten mano sin eco, pulso desdoblado:
los dedos en inmóvil calendario y el hastío en su trono cejijunto.
Lenta se forma ola en la marmórea cavidad que mira
por espaldas que nunca me preguntan, en veneno
que nunca se pervierte y en su escudo ni potros ni faisanes.

Como se derrama la ausencia en la flecha que se aísla
y como la fresa respira hilando su cristal,
así el otoño que en su labio muere, así el granizo
en blando espejo destroza la mirada que le ciñe,
que le miente la pluma por los labios, laberinto y halago
le recorre junto a la fuente que humedece el sueño.
La ausencia, el espejo ya en el cabello que en la playa
extiende y el aislado cabello pregunta y se divierte.

Fronda leve vierte la ascensión que asume.
¿No es la curva corintia traición de confitados mirabeles,
que el espejo reúne o navega, ciego desterrado?
Ya sólo cae el pájaro, la mano que la cárcel mueve,
los dioses hundidos entre la piedra, el carbunclo y la doncella.
Si la ausencia pregunta con la nieve desmayada,
forma en la pluma, no círculos que la pulpa abandona sumergida.

Triste recorre – curva ceñida en ceniciento airón –
el espacio que manos desalojan, timbre ausente
y avivado azafrán, tiernos redobles sus extremos.
Convocados se agitan los durmientes, fruncen las olas
batiendo en torno de ajedrez dormido, su insepulta tiara.
Su insepulta madera blanda el frío pico del hirviente cisne.
Reluce muelle: falsos diamantes; pluma cambiante: terso atlas.
Verdes chillidos: juegan las olas, blanda muerte el relámpago en sus venas.

Ahogadas cintas mudo el labio las ofrece.
Orientales cestillos cuelan agua de luna.
Los más dormidos son los que más se apresuran,
se entierran, pluma en el grito, silbo enmascarado, entre frentes y garfios.
Estirado mármol como un río que recurva o aprisiona
los labios destrozados, pero los ciegos no oscilan.
Espirales de heroicos tenores caen en el pecho de una paloma
y allí se agitan hasta relucir como flechas en su abrigo de noche.

Una flecha destaca, una espalda se ausenta.
Relámpago es violeta si alfiler en la nieve y terco rostro.
Tierra húmeda ascendiendo hasta el rostro, flecha cerrada.
Polvos de luna y húmeda tierra, el perfil desgajado en la nube que es espejo.
Frescas las valvas de la noche y límite airado de las conchas
en su cárcel sin sed se destacan los brazos,
no preguntan corales en estrías de abejas y en secretos
confusos despiertan recordando curvos brazos y engaste de la frente.

Desde ayer las preguntas se divierten o se cierran
al impulso de frutos polvorosos o de islas donde acampan
los tesoros que la rabia esparce, adula o reconviene.
Los donceles trabajan en las nueces y el surtidor de frente a su sonido
en la llama fabrica sus raíces y su mansión de gritos soterrados.
Si se aleja, recta abeja, el espejo destroza el río mudo.
Si se hunde, media sirena al fuego, las hilachas que surcan el invierno
tejen blanco cuerpo en preguntas de estatua polvorienta.

Cuerpo del sonido el enjambre que mudos pinos claman,
despertando el oleaje en lisas llamaradas y vuelos sosegados,
guiados por la paloma que sin ojos chilla,
que sin clavel la frente espejo es de ondas, no recuerdos.
Van reuniendo en ojos, hilando en el clavel no siempre ardido
el abismo de nieve alquitarada o gimiendo en el cielo apuntalado.
Los corceles si nieve o si cobre guiados por miradas la súplica
destilan o más firmes recurvan a la mudez primera ya sin cielo.

La nieve que en los sistros no penetra, arguye
en hojas, recta destroza vidrio en el oído,
nidos blancos, en su centro ya encienden tibios los corales,
huidos los donceles en sus ciervos de hastío, en sus bosques rosados.
Convierten si coral y doncel rizo las voces, nieve los caminos,
donde el cuerpo sonoro se mece con los pinos, delgado cabecea.
Mas esforzado pino, ya columna de humo tan aguado
que canario es su aguja y surtidor en viento desrizado.

Narciso, Narciso. Las astas del ciervo asesinado
son peces, son llamas, son flautas, son dedos mordisqueados.
Narciso, Narciso. Los cabellos guiando florentinos reptan perfiles,
labios sus rutas, llamas tristes las olas mordiendo sus caderas.
Pez del frío verde el aire en el espejo sin estrías, racimo de palomas
ocultas en la garganta muerta: hija de la flecha y de los cisnes.
Garza divaga, concha en la ola, nube en el desgaire,
espuma colgaba de los ojos, gota marmórea y dulce plinto no ofreciendo.

Chillido frutados en la nieve, el secreto en geranio convertido.
La blancura seda es ascendiendo en labio derramada,
abre un olvido en las islas, espada y pestañas vienen
a entregar el sueño, a rendir espejo en litoral de tierra y roca impura.
Húmedos labios no en la concha que busca recto hilo,
esclavos del perfil y del velamen secos el aire muerden
al tornasol que cambia su sonido en rubio tornasol de cal salada
busca en lo rubio espejo de la muerte, concha del sonido.
Si atraviesa el espejo hierven las aguas que agitan el oído.
Si se sienta en su borde o en su frente el centurión pulsa en su costado.
Si declama penetran en la mirada y se fruncen las letras en el sueño.
Ola de aire envuelve secreto albino, piel arponeada,
que coloreado espejo sombra es de recuerdo y minuto del silencio.
Ya traspasa blancura recto sinfín en llamas secas y hojas lloviznadas.
Chorro de abejas increadas muerden la estela, pídenle el costado.
Así el espejo averiguó callado, así Narciso en pleamar fugó sin alas.













"Canto de guerra de las cosas" Joaquin Pasos.


Joaquín Pasos. (Granada, Nicaragua.1914 – Managua 1947). Poeta, escritor y dramaturgo nicaragüense. Enmarcado en el movimiento del Vanguardismo en Nicaragua, cuyo poema –Canto de la guerra de las cosas- es uno de sus textos más representativos.





Canto de guerra de las cosas



Fratres: Existimo enim quod non sunt
condignae passiones hujus temporis ad
furturam gloriam, quae revelabitur in
nobis. Nam exspectatio creaturae revelationem filorum
Dei exspectat. Vani- tati enim creatura subjecta est non volens,
sed propter eum, qui subjecit eam, in spe quia
et ipsa creatura liberabitur a servitute corruptionis
in libertatem gloriae filiorum Dei. Scimus enim
quod omnis creatura ingemiscit et parturit usque adhuc.
PAULUS AD ROM., 8, 18-23.



Cuando lleguéis a viejos, respetaréis la piedra,
si es que llegáis a viejos,
si es que entonces quedó alguna piedra.
Vuestros hijos amarán al viejo cobre,
al hierro fiel.
Recibiréis a los antiguos metales en el seno de vuestras familias,
trataréis al noble plomo con la decencia que corresponde a su carácter dulce;
os reconciliaréis con el zinc dándole un suave nombre;
con el bronce considerándolo como hermano del oro,
porque el oro no fue a la guerra por vosotros,
el oro se quedó, por vosotros, haciendo el papel de niño mimado,
vestido de terciopelo, arropado, protegido por el resentido acero…
Cuando lleguéis a viejos, respetaréis al oro,
si es que llegáis a viejos, si es que entonces quedó algún oro.

El agua es la única eternidad de la sangre.
Su fuerza, hecha sangre. Su inquietud, hecha sangre.
Su violento anhelo de viento y cielo, hecho sangre.
Mañana dirán que la sangre se hizo polvo,
mañana estará seca la sangre.
Ni sudor, ni lágrimas, ni orina
podrán llenar el hueco del corazón vacío.
Mañana envidiarán la bomba hidráulica de un inodoro palpitante,
la constancia viva de un grifo,
el grueso líquido.
El río se encargará de los riñones destrozados
y en medio del desierto los huesos en cruz pedirán en vano que regrese el
agua a los cuerpos de los hombres.


Dadme un motor más fuerte que un corazón de hombre.
Dadme un cerebro de máquina que pueda ser agujereado sin dolor.
Dadme por fuera un cuerpo de metal y por dentro otro cuerpo de metal
igual al del soldado de plomo que no muere,
que no te pide, Señor, la gracia de no ser humillado por tus obras,
como el soldado de carne blanducha, nuestro débil orgullo,
que por tu día ofrecerá la luz de sus ojos,
que por tu metal admitirá una bala en su pecho,
que por tu agua devolverá su sangre.
Y que quiere ser como un cuchillo, al que no puede herir otro cuchillo.

Esta cal de mi sangre incorporada a mi vida
será la cal de mi tumba incorporada a mi muerte,
porque aquí está el futuro envuelto en papel de estaño,
aquí está la ración humana en forma de pequeños ataúdes,
y la ametralladora sigue ardiendo de deseos
y a través de los siglos sigue fiel el amor del cuchillo a la carne.
Y luego, decid si no ha sido abundante la cosecha de balas,
si los campos no están sembrados de bayonetas,
si no han reventado a su tiempo las granadas… somos la selva que avanza.

Somos la tierra presente. Vegetal y podrida.
Pantano corrompido que burbujea mariposas y arco-iris.
Donde tu cáscara se levanta están nuestros huesos llorosos,
nuestro dolor brillante en carne viva,
oh santa y hedionda tierra nuestra,
humus humanos.

Desde mi gris sube mi ávida mirada,
mi ojo viejo y tardo, ya encanecido,
desde el fondo de un vértigo lamoso
sin negro y sin color completamente ciego.
Asciendo como topo hacia el aire
que huele mi vista,
el ojo de mi olfato, y el murciélago
todo hecho de sonido.
Aquí la piedra es piedra, pero ni el tacto sordo
puede imaginar si vamos o venimos,
pero venimos, sí, desde mi fondo espeso,
pero vamos, ya lo sentimos, en los dedos podridos
y en esta cruel mudez que quiere cantar.

Como un súbito amanecer que la sangre dibuja
irrumpe el violento deseo de sufrir,
y luego el llanto fluyendo como la uña de la carne
y el rabioso corazón ladrando en la puerta.
Y en la puerta un cubo que se palpa
y un camino verde bajo los pies hasta el pozo,
hasta más hondo aún, hasta el agua,
y en el agua una palabra samaritana
hasta más hondo aún, hasta el beso.
Del mar opaco que me empuja
llevo en mi sangre el hueco de su ola,
el hueco de su huida,
un precipicio de sal aposentada.
Si algo traigo para decir, dispensadme,
en el bello camino lo he olvidado. Por un descuido me comí la espuma, perdonadme, que vengo enamorado.
Detrás de ti quedan ahora cosas despreocupadas, dulces.
Pájaros muertos, árboles sin riego.
Una hiedra marchita. Un olor de recuerdo.
No hay nada exacto, no hay nada malo ni bueno,
y parece que la vida se ha marchado hacia el país del trueno.
Tú, que vista en un jarrón de flores el golpe de esta fuerza,
tú, la invitada al viento en fiesta,
tú, la dueña de una cotorra y un coche de ágiles ruedas, sobre la verja
tú que miraste a un caballo del tiovivo
y quedar sobre la grama como esperando que lo montasen los niños de la escuela, asiste ahora, con ojos pálidos, a esta naturaleza muerta.

Los frutos no maduran en este aire dormido
sino lentamente, de tal suerte que parecen marchitos,
y hasta los insectos se equivocan en esta primavera sonámbula, sin sentido.
La naturaleza tiene ausente a su marido.

No tienen ni fuerzas suficientes para morir las semillas del cultivo
y su muerte se oye como el hilito de sangre que sale de la boca del hombre herido. Rosas solteronas, flores que parecen usadas en la fiesta del olvido,
débil olor de tumbas, de hierbas que mueren sobre mármoles inscritos.
Ni un solo grito. Ni siquiera la voz de un pájaro o de un niño
o el ruido de un bravo asesino con su cuchillo.

¡Qué dieras hoy por tener manchado de sangre el vestido!
¡Qué dieras por encontrar habitado algún nido!
¡Qué dieras porque sembraran en tu carne un hijo!

Por fin, Señor de los Ejércitos, he aquí el dolor supremo.
He aquí, sin lástimas, sin subterfugios, sin versos,
el dolor verdadero.
Por fin, Señor, he aquí frente a nosotros el dolor parado en seco.

No es un dolor por los heridos ni por los muertos,
ni por la sangre derramada ni por la tierra llena de lamentos
ni por las ciudades vacías de casas ni por los campos llenos de huérfanos.
Es el dolor entero.

No puede haber lágrimas ni duelo
ni palabras ni recuerdos,
pues nada cabe ya dentro del pecho.
Todos los ruidos del mundo forman un gran silencio.
Todos los hombres del mundo forman un solo espectro.
En medio de este dolor, ¡soldado!, queda tu puesto
vacío o lleno.
Las vidas de los que quedan están con huecos,
tienen vacíos completos,
como si se hubieran sacado bocados de carne de sus cuerpos.
Asómate a este boquete, a éste que tengo en el pecho,
para ver cielos e infiernos.
Mira mi cabeza hendida por millares de agujeros:
A través brilla un sol blanco, a través un astro negro.
Toca mi mano, esta mano que ayer sostuvo un acero:
¡Puedes pasar en el aire, a través de ella, tus dedos!
He aquí la ausencia del hombre, fuga de carne, de miedo,
días, cosas, almas, fuego.
Todo se quedó en el tiempo. Todo se quemó allá lejos.





André Bretón, tres poemas...




André Bretón (Normandía, Francia. 1896 – Paris 1966). Escritor, poeta, ensayista y principal teórico del movimiento surrealista.






El marqués de Sade



El marqués de Sade ha vuelto a entrar en el volcán en erupción
De donde había salido
Con sus hermosas manos todavía ornadas de flecos
Sus ojos de doncella
Y ese permanente razonamiento de sálvese quien pueda
Tan exclusivamente suyo
Pero desde el salón fosforescente iluminado por lámparas de entrañas
Nunca ha cesado de lanzar las órdenes misteriosas
Que abren una brecha en la noche moral
Por esa brecha veo
Las grandes sombras crujientes la vieja corteza gastada
Que se desvanecen
Para permitirme amarte
Como el primer hombre amó a la primera mujer
Con toda libertad
Esa libertad
Por la cual el fuego mismo ha llegado a ser hombre
Por la cual el marqués de Sade desafió a los siglos
                                            con sus grandes árboles abstractos
Y acróbatas trágicos
Aferrados al hilo de la Virgen del deseo



A la mirada de las divinidades


Un poco antes de medianoche cerca del desembarcadero.
Si una mujer desmelenada te sigue no te preocupes.
Es el azul. No tienes que temer nada del azul.
Habrá un gran jarro claro en un árbol.
El campanario del pueblo de los colores disipados
Te servirá de punto de referencia. Tómate el tiempo,
Recuérdalo. El oscuro géiser que lanza al cielo los brotes
de helecho
Te saluda.

La carta sellada de los tres ángulos de un pez
Pasaba ahora entre la luz de los suburbios
Como una enseña de domador.
Y al permanecer
La bella, la víctima, la que se llamaba
En el barrio la pequeña pirámide de reseda
Se descosía para ella sola una nube semejante
A un saquito de piedad.

Más tarde la blanca armadura
Que vacaba de los cuidados domésticos y demás
Tomando a sus anchas más fuerte que nunca
Al niño en la concha, el que debía ser…
Pero silencio.

Un brasero daba ya presa
En su seno a una encantadora novela de capa
Y espada.
En el puente, a la misma hora,
Así se entretenía el rocío con cabeza de gata.
Con la noche, se perderían las ilusiones.

He aquí a los blancos Padres que regresan de las vísperas
Con la inmensa llave por encima de ellos suspendida.
He aquí a los grises heraldos, por fin he aquí su carta
O su labio: mi corazón es un cuclillo para Dios.

Pero del tiempo que habla, no queda más que un muro
Golpeando en una tumba como un velo podrido.
La eternidad busca un reloj de pulsera
Un poco antes de medianoche cerca del desembarcadero.



Dame joyas ahogadas


Dame joyas ahogadas
Dos pesebres
Una cola de caballo y una manía de modista
Después perdóname
No tengo tiempo de respirar
Soy un destino
La construcción solar me ha retenido hasta ahora
Y ahora sólo tengo que dejarme morir
Pide el baremo
Al trote con el puño cerrado sobre mi cabeza que suena
Un fanal en donde se abre una mirada amarilla
También se abre el sentimiento
Pero las princesas se agarran al aire puro
Tengo necesidad de orgullo
Y de algunas gotas comunes
Para calentar la marmita de las flores enmohecidas
Al pie de la escalera
Divino pensamiento en el cristal estrellado del cielo azul
La expresión de las bañistas es la muerte del lobo
Tenme por amiga
La amiga de las hogueras y los hurones
Te mira en dos veces
Lee tus penas
Mi remo de palisandro hace cantar tus cabellos…








lunes, 26 de agosto de 2019

"SOPA DE SAPO" Alexis Rosendo Fernández





Sopa de Sapo


Sopa de sapo:
Pose de cepo.
Sudario a diario.
Esquela del esqueleto.

Baba de boba.
Rabia de rubia.
Rima de Roma.
Ruina de runas.
Mina muy mona.

Sacro secreto.
Antes del Dante.
Hambre del hombre.
Avión sobre el abeto.

Lumbre de cocuyo.
¡Qué viene el cocuyé!
Porque al merengue, le zumba
El mereketé...






Premio Diogenes de Poesía, México 2024. Título: "En medio del tiempo de la espera" Autor: Alexis Rosendo Fernández.

  En medio del tiempo de la espera                                                                                            Para Suren, ...