El Eterno
retorno y el retorno del imposible
(Por Alexis
Rosendo Fernández)
Si bien el
fenómeno de la realidad parece totalmente real a nuestros sentidos; siempre se
nos abre la brecha a través de la conciencia. Sueño, vigilia y acierto... El
mundo onírico de muchas maneras es una construcción real mientras permanecemos
en el. Alicia, como una espina clavada en nuestras mentes queda relegada al
plano de libro infantil y de divertimento, pero necesariamente no es así...
Otro caso sucede con Pinocho y el príncipe pequeño de Saint-Exupéry... Recordar lo soñado es toda una suerte. El
poder instalarnos en tal mundo de fantasía, no deja de sobrecogernos. ¿A dónde
va el tiempo perdido? (También pudiéramos preguntarnos si en realidad podemos
“ganar tiempo” en algo) El mundo de la conciencia es la medida justa para todas
las cosas. El tiempo no es más que un bojeo leve a través del misterio de la
existencia.
La progresión
entonces es una falacia. (Sí y no). Entre más se avance en la progresión como
interpretación de la vida, mas se puede ordenar nuestro sub-consciente y nos
acercamos al acierto. Pero se puede correr el riesgo de quedarnos atrapados en
el mundo de lo paranoicamente concreto, lógico y razonable. Quedando atrapados
a todo un cúmulo de represiones y manías puramente materialistas o de ganancia
personal... Aquí, entra la poderosa enseñanza de la muerte, donde ante ella,
debemos abandonarlo TODO.
Dicen los
investigadores que en las antiguas culturas, no existen los conceptos de “sacrificio”
o “esfuerzo” como lo entendemos hoy día en occidente, donde la educación y el
crecimiento cultural y comprensivo de la existencia, se convierte en un lastre
pesado y fastidioso. (En lo personal, siempre he visto el episodio de Cristo,
como un ejemplo de tal descoordinación entre lo material y espiritual en las
culturas “menos orientales”. El denso drama de la ejecución, sufrimiento y
muerte, de un hombre justo, no hubiera sido necesario, por ejemplo en la China
antigua o la India, donde lo material –incluyendo el cuerpo físico, es visto sólo
como el ropaje del alma, el personaje “x” que venimos a desempeñar en la
presente existencia; y no como la finalidad de toda existencia y experiencia posible.
Entonces sólo nos
queda la aventura de la vida. La confluencia rica y holística de la
experiencia, donde “vida y muerte” se transforman inmediatamente en plazas de
entrar y salir en medio de una gran función en escena. Donde todo lo que existe
es parte de la obra.
Desde la salida
en una carrera, hasta llegar a la meta, nos parece todo un derroche de esfuerzo,
nervios y angustia. Eso –precisamente, es la vigilia. El sueño es un entramado
de realidad que está por pasar, si es absolutamente necesario para la puesta en
escena. Un ensayo, un intento, un ejercicio donde nos podemos poner a prueba y en contacto con toda
la telúrica del sub-consciente. Donde el acierto, o profunda investigación
consciente nos revela –de forma económica, lo verdaderamente importante y
necesario...
Donde el imposible –por más que nos abrume, es un metal retorcido
que nunca servirá para espada.
El imposible es el ego, es la enfermedad de la contienda, del enfrentamiento desgastante... no se puede hacer nada con eso, sino renunciar a sus ardides y dejarlo marchar como un falso amigo.
El imposible es el ego, es la enfermedad de la contienda, del enfrentamiento desgastante... no se puede hacer nada con eso, sino renunciar a sus ardides y dejarlo marchar como un falso amigo.
El retorno queda
reducido al regreso al hogar. Al acto de partir el pan en la mesa, junto al
agua fresca de la paz conectada con todas las cosas... Todo se trata de “evocar”,
de volver, de desechar cualquier miedo o agitación. Como al regresar en el día
a día a casa sabiendo que alguien nos espera.
Donde cualquier
parecido con la realidad no debe ser considerado como pura coincidencia.
Alexis Rosendo Fernández
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