Wole Soyinka,
Dramaturgo, poeta y escritor nigeriano; nació en 1934 en Abeokuta, Nigeria. Comenzó sus estudios superiores en la Universidad
de Ibadán, que culminaría en la Universidad de Leeds, donde retornaría en la década de 1970 para conseguir un
doctorado.
Entre 1957 y 1959,
trabajó en el "Royal Court Theatre" de Londres como director y actor. En este período también escribió
tres obras para una pequeña compañía de actores que había reclutado. Si bien
muchos escritores africanos rechazaban el uso de las lenguas europeas debido a la asociación entre Europa y la
violenta colonización
de África, Soyinka optó
por desarrollar sus escritos en inglés. Se caracteriza por mezclar las tradiciones
africanas con el estilo europeo, utiliza tradiciones y mitos africanos y los
narra utilizando formas occidentales. Siempre aprovechó sus obras para difundir
su postura social y política, por lo cual su obra está plagada de simbolismos
(algunos sencillos, otros bastante complejos). Este estilo ácido fue una de las
causas de su arresto en 1967.
En la década de 1960
vuelve a Nigeria para estudiar el teatro africano, y ese mismo año funda el
grupo teatral "Las máscaras de 1960". Sus trabajos en esta época
están teñidos de algo de crítica social, pero por lo general esta se hace en un
modo ligero y, a veces, humorístico. En 1964, funda la "Compañía de Teatro
Orisun". También enseña teatro y literatura en las universidades de Lagos e Ibadán. Pero en 1967, es arrestado durante
la guerra civil de Nigeria por haber escrito un artículo en el que abogaba por un armisticio. Acusado de conspiración, es encerrado por más de 20
meses y recién a fines de 1969 es liberado.
Ya en la década de 1970,
liberado de la prisión, su obra se torna más oscura y crítica. Ataca al sistema
y en ella se refleja el sufrimiento del autor y del pueblo nigeriano. En 1986 recibe el Premio Nobel de Literatura.
A los locos subidos
al muro
Aullad, aullad
que el corazón tenéis cuajado y estadizo,
con vosotros no puedo partir
compañeros de la boya hendida
no puedo ir en busca
del puerto de vuestra orilla a la deriva.
Vuestro prudente aislamiento
¿quién osará reprobar? Agazapados
en vuestro alféizar, ¿observáis
las cenizas de la realidad, su extraño discurrir?
Me temo
que os habéis aventurado en el infinito
para regresar
hablando en lenguas extranjeras.
Aunque los muros
desgarren las costuras raídas
del manto mágico que compartimos, ya
más no puedo acercarme
y aunque le cierre los oídos
a la melodía de la partida, aullad
en la hora del sueño, decidles a estos muros
que hay un colmo para la aflicción
en el corazón del hombre.
Ahora las sombras se extienden con debilidad
Ni muerte de la aurora ni triste postración
Esta suave charamusca, suaves engendros que desisten
Rápidos goces y recelos para un
día desnudo. Barcos cargados se
someten a la asamblea sin rostro de la niebla
para despertar los mercados silenciosos -Veloces, mudas
procesiones por grises desvíos... Sobre este
cobertor, hubo
súbito invierno a la muerte
del solitario trompetero de la aurora. Cascadas
de blancos pedazos de pluma... pero ello decidió
un rito banal. Conciliación salvajemente
exitosa, primero
el pie derecho para el júbilo, el izquierdo para el pavor.
Y la madre suplicaba, Hijo
Jamás camines
cuando el camino aguarda, hambriento.
Viajero, debes proseguir
al alba.
Te prometo prodigios en la santa hora
Presagios como el aleteo del gallo blanco
Perverso empalamiento -Como quien desafiara
las iracundas alas del progreso del hombre...
Más, ¡semejante espectro! Hermano
Mudo en el sobresaltado abrazo de
tu invención -Esta mueca de burla
esta contorsión cerrada - ¿Soy yo?
Conversación Telefónica
El precio parecía razonable, el lugar
indiferente. La casera juró vivir
sin prejuicios. Nada quedaba salvo
la auto-confesión.
“Madame”, advertí,
“Detesto perder un viaje- Soy Africano”
silencio. transmisión silenciada de
fingida buena educación. Voz que llega
como larga boquilla dorada y tubular, impregnada de lápiz
labial
Fui sorprendido por su vileza.
“¿Qué tan oscuro?”... no
había escuchado mal... “Es usted claro o
muy oscuro?
Hedor a rancio vaho de refugio público para telefonear.
Cabina roja, buzón rojo, rojo autobús doble
aplastando el alquitrán. ¡Era real! Avergonzada
por el silencio enfermizo, llevé al límite su
turbación para suplicar explicación
ella, considerada, cambió el tono
“¿Es usted oscuro? ¿o muy claro?” advino la revelación
“Quiere usted decir, como chocolate puro, o con leche?”
Su asentimiento fue clínico, rayando en la frialdad de la
luz
Rápidamente, una vez ajustada la longitud de onda,
escogí Sepia Oeste-
Africano- tras reflexionar dije:
“lo certifica mi pasaporte” Silencio para un
espectroscópico
vuelo de ilusión, hasta que el acento de su sinceridad
retumbó
con fuerza en la bocina. ¿Cómo así? dijo condescendiente
“No sé lo que es”. “No del todo”
Facialmente, soy moreno, pero madame, debería ver usted
el resto de mí. Las palmas de mis manos, las plantas de
mis pies
son de un rubio oxigenado. La fricción lo ha causado-
torpemente madame - por sentarme, mi trasero se ha tornado
Negro Cuervo- ¡Un momento madame! sintiendo
su auricular elevarse al sonido del trueno
en cuanto a mis orejas- “madame”, sugerí,
¿no preferiría verlas usted misma?
Dedicatoria
para Moremi, 1963
La tierra no comparte la viga de la envidia; suelos de
estiércol
cortado, no la ligera piel de la salamandra, sino su
caída
Sabor de este suelo a plomo y muerte en su vida profunda
Como este ñame, totalmente enterrado, aún vivo tubérculo
en la calidez de las aguas, enterrado como los
manantiales
como las raíces del baobab, como el corazón.
El aire no te lo negará. Como un alto
girar sobre el ombligo de la tormenta, por el azadón,
las raíces de los arados bosques son una vereda para las
ardillas.
Ser eterno como la turba oscura, pero que sólo lluevan
dedos, no los pies de los hombres, por más que estén
lavados.
Largo ropaje de la sombra del sol, correr desnudo hacia
la noche.
Pimiento verde y rojo -mi niño- su lengua arco,
su cola de escorpión, volver a escupir directamente las
acechanzas
[del peligro
Aún, con el arrullo de la oscura paloma, zarcillo de
rocío entre tus
[labios.
Escudo que te gusta la carne de la palma de la mano,
hacia el cielo dirigida
Colmillos en nido de espinas, sin cáscara como el corazón
[de
la semilla
La carne de la mujer es aceite -mi niño, aceite de palma
en tu lengua
Flexibilidad para vivir, y el vino de esta calabaza
desde su propia prisa corriendo arroyos como repuestos
Sus esfuerzos, mi niño, son el destete con que nos
abrazan
Tierra de enmielada leche, el vino de la única costilla.
Ahora enrollo su lengua en miel hasta que sus mejillas
son
enjambres, panales -su mundo necesita dulcificarse- mi niño.
Irosun, el árbol rojo, ronda el corazón, tiza para el
vuelo
de la mancha -¿puedes verlo mi niño? ¡Ya amanece! -bajo
[el antimonio
De las axilas, como una diosa, nos deja este largo sabor
De sus labios, de sal, que tú puedes buscar
nunca en las lágrimas. Esto, agua de lluvia, es el regalo
de los dioses -bebida de su pureza, frutos de estación.
Frutas luego a sus labios: apresurado por recompensar
la deuda del nacimiento. Pleamar en el hombre-marea como
en el
[océano.
José
(para la Sra. de Putifar)
Oh, Sra. de Putifar, sus principios
que no puedo aceptar usted los juró
yo quise violarlos; veo que agita cual trofeo
los pedazos de su desbaratada farsa
de virtud, y los llamo míos.
No era yo José, desde luego, un mártir maldiciente
ni un santo: ¿no se conmueven los santos lo
indecible, no está en sintonía su valor pasivo con el
lento transcurrir del tiempo? La hora del mal exige
que se abjure de las visiones piadosas
reclama a las manos fieles que en el acto rasguen
toda máscara, así puedan las manchas ponzoñosas
ventear y unirse a las secretas resacas de las olas
en cloacas de intrigas. Estimada Sra. de Putifar
busca usted con el caos enterrar muy hondo
su plato de lentejas mundano, su estiércol macabro
cual hierbajos de retorcida ambición.
Los esclavos del tiempo
eunucos de la voluntad la esperan: húndase
hasta el fondo en un sofá de blancos huesos, yazga
hoy sobre los huecos cráneos del mañana. Nosotros,
todos ésos cuyos sueños de fuego se hacen luz
esperamos al viejo antepasado rastreador
de verdades para interpretar los sueños.
En el curso de mi vida
Espero encontrarme algún día
de nuevo con tu espectro en la trinchera,
anunciando, soy un soldado. Entonces no habrá titubeo
y te habré de disparar certero y justo
con la carne y el pan y la vasija de vino.
Un racimo de pechos en cada brazo y aquella
solitaria pregunta, ¿sabes amigo, incluso ahora,
el porqué de todo esto?