Por esplendor rendido
No más que el esplendor que nos asola siempre.
En nombre de los pasos que han andado este camino,
entre la pulida piedra y el violáceo rayo
que alumbra los rostros en cualquier noche infinita...
Es éste un camino de voces desesperadas,
fragor donde se cuecen los abocados sueños,
desde cumbre de fracasos por la oscuridad del ala,
y la inmovilidad de la redundante semilla
como embargo del cielo.
No más que el esplendor en su trayecto,
en medio de esta jungla donde habita
el jaguar oscuro,
custodiando el umbral de los reposados huesos;
más toda la gloria a un tiempo rechazada
y toda la acritud del devenir atento.
Y habita también el jabalí innombrable
de colmillo confiado y ojo pendenciero.
Dentro de la majestad de toda la indiferencia
como alimaña repentina que nunca vemos...
Y siempre en apretado paso,
como serpiente pulcra, esta eternidad detenida,
es manoseada como un vaso
por el recuerdo.
Huella, nunca la misma de la informe mano,
diestra en la pluma o el arco diligente,
al filo del artero lazo o la moneda,
en la afilada punta del cobre o de la piedra
sin retorno -como todo destierro.
Caprichoso martillo del orfebre,
y del herrero la
serena fragua.
Más la bruñida flor que se nos brinda,
y sólo la bruñida
flor como esperanza...
Por eso os digo:
Alzad vuestros ojos!
Y contemplad sólo un momento,
más allá de la copa rebosada por la luna.
Mirad a los pinos prestos,
como abastecen de aire a los ágiles días
y consumen en silencio las rieladas noches
certeras de cantares como espadas…
Levantad vuestros ojos a lo nunca visto!
Y contemplad todo este divino juego...
Aquí por demás, sobre
estos rendidos signos,
donde son innecesarios otros templos.